El jazz moderno tiene características académicas que lo alejan de los grandes públicos. Es un jazz que podríamos llamar “egoísta” y “abstracto” porque siempre habla de algo que no está, estuvo o estará, “el tema”.
Esto significa que se “habla” del tema, pero no se lo nombra. Se lo desmenuza de tal manera (incluso su armonía) que la creación del autor se olvida para poner en primer lugar la creación del improvisador. Pero...insinúen un poquito del tema muchachos! Y sino, compongan uno propio!.
A ello suele agregársele generalmente el exceso en los tiempos de las ejecuciones. Los temas llegan usualmente a los diez o quince minutos (y a veces más) y como consecuencia de ello se produce además la desaparición de las diferencias entre (lo que sería en literatura) “plateo, nudo y desenlace”. Nada de esto se advierte y todo se convierte en lineal. No se siente que el tema vaya a terminar ni que se encuentre alcanzando el máximo climax. Es más ni se sabe cuando va a terminar, salvo por el silencio prolongado al final.
Sin pretensión de verdad, creo que hace mucho que el jazz moderno se ha olvidado del público o tal vez quiera olvidarse del público o tal vez ni siquiera le preocupe el público. Son formas de pensar y de sentir que no pueden medirse con ninguna regla ni de ninguna forma.
Lo cierto es que en los grandes teatros donde han tenido lugar espectáculos de jazz moderno a los que he concurrido me he sorprendido de encontrarlos llenos de gente...al comienzo y vacíos...antes del final. Generalmente aburren. Eso no significa que no sean geniales y que no se valoren las capacidades técnicas o la creación de sus ejecutantes..., pero aburren o mejor dicho ME aburren.
Hablar de gustos es difícil, por algo sobre gustos no hay nada escrito. Y en realidad lo que significa es que “no debe escribirse sobre gustos” porque nada de ello es “discutible” por no tener pretensión de verdad absoluta. El arte no es una ciencia y mucho menos exacta. Discutir sobre gustos es no aceptar las diferencias y eso lo podemos entender en política, pero es inadmisible en cualquier rama del arte.
Por eso, resalto que es solo mi opinión. El jazz moderno me aburre y lo seguirá haciendo mientras siga “olvidándose” del público.